Friday, February 18, 2011

Una temporada en el infierno

De la vida de Arthur Rimbaud...

Si hay algo tan interesante en Rimbaud como su poesía es su vida misma. Como las grandes almas, tuvo un talento precoz: Empezó a escribir poemas alrededor de los siete años. A los quince, llamó la atención de Verlaine con uno titulado El barco ebrio. A los diecinueve ya había inscrito su nombre para siempre en la historia y había conquistado las letras francesas. A partir de ahí decidió que ya no quería volver a escribir y su vida se tornó frenética, una vorágine donde los escándalos homosexuales, los viajes por el mundo y hasta el contrabando de armas confluyeron. Murió de cancer a los cuarentaytantos. Si después de terminar su obra magna, Rimbaud dedicó el resto de su vida no ya a escribir, sino a huir de la poesía, es porque quizás lo que experimentó realmente fue lo más parecido a pasar una temporada en el infierno.

Una temporada en el infierno
Introducción

Antes, si mal no recuerdo, mi vida era una fiesta donde se abrían todos los corazones, donde los vinos nunca escaseaban.
Una tarde, senté a la Belleza sobre mí. -Y la encontré amarga. -Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Me oculté. Oh hechiceras, oh miseria, oh desprecio,
es a ustedes que he confiado mi tesoro!
Llegué a desvanecer en mi espíritu toda la esperanza humana. Para estrangular toda alegría, he acometido como la bestia feroz.
Llamé a los verdugos, para morder la culata de sus fusiles al morir. Invoqué las plagas para sofocar con la arena, la sangre.
La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Le jugué una broma a la locura.
Y la primavera me trajo la sonrisa horrenda del imbécil.
Ahora bien, ultimamente, encontrándome a punto de morir, pensé mejor en buscar la llave del antiguo festín, donde quizás regresaría el apetito.
La piedad es esta llave. -Esto demuestra que todo era un sueño!
"No dejarás de ser hiena, etc...," se divierte el demonio que me coronó con tan gratas amapolas. "Conquista la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y tus pecados capitales."
Ah! Ya fue suficiente: -Pero, querido Satán, le conjuro, la pupila menos irritada! Y esperando esos pequeños defectos que no llegan, usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, le arranco algunas hojas infectas de mi carnet de condenado.

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